El trabajo en oficina y el distanciamiento social no combinan. La razón de la existencia de oficinas es reunir colegas para que puedan colaborar, de modo que cuando los empleados comiencen a retornar a medida que se levanten las restricciones impuestas por causa de la pandemia, enfrentarán cuantiosos de desafíos.
Comencemos por lo básico: ingresar al edificio. En la mayoría de oficinas, buen número de trabajadores tiende a llegar e irse al mismo tiempo. Por ello, mantenerlos a dos metros de separación unos de otros en la entrada podría requerir que formen cola en la calle. Además, muchos querrán evitar el transporte público hasta que la pandemia se borre de la memoria, de modo que se trasladarán en bicicleta. Pero hasta en las oficinas que tienen vestuarios, estos tienden a ser bastante pequeños, lo que dificultará que los empleados mantengan la distancia mientras se cambian de ropa. Los ascensores son un mayor cuello de botella. En circunstancias normales, la gente que trabaja en edificios altos está acostumbrada a esperar buen tiempo para llegar a los últimos pisos. Si los ascensores solo podrán llevar dos o tres personas, esa espera se prolongaría. Imagínense el fastidio si un grupo de visitantes arriba a la vez. Habrá otro problema cuando los empleados lleguen a sus escritorios.
En años recientes, la densidad en las oficinas se ha incrementado. En Reino Unido, el espacio de trabajo decreció alrededor de 25% en el periodo 2008-2018, según Jon Neale, jefe de Investigación para ese país de la consultora inmobiliaria JLL. Las reglas de distanciamiento social podrían reducir drásticamente el número de personas en oficinas. Nick Jackson, director del grupo de ingeniería y arquitectura Arup, señala que un espacio de dos metros entre escritorios en un edificio de oficinas en el centro de Londres reduciría el número de empleados que pueda albergar a entre 30% y 35% del total previo a la pandemia. En el corto plazo, estos problemas tienen una respuesta obvia: permitir que se trabaje desde casa o establecer turnos en la oficina -tal vez dos días por semana-. Esto limitará el trabajo en equipo, pero es mejor que no hacer nada. La pregunta más difícil es si el diseño de oficinas cambiará en el largo plazo. Algunas soluciones de alta tecnología que flotaban antes de la pandemia parecen ser nuevamente relevantes. La firma británica Zaha Hadid Architects ha diseñado un edificio ecológico en Sharjah, capital del Emirato Arabe Unido homónimo, en el que los empleados raramente necesitan tocar la estructura. Las puertas se abren automáticamente con el uso de sensores y reconocimiento facial, y se puede llamar el ascensor desde un smartphone.
Otras ideas surgieron en respuesta al covid-19. Una oficina en Ámsterdam diseñada por el grupo de servicios inmobiliarios Cushman & Wakefield, tiene escritorios rodeados por un tapiz codificado por colores para saber si las personas se están acercando demasiado. Los empleados colocan sus laptops sobre alfombrillas que desechan al irse y hay flechas en el piso que indican moverse en el sentido de las agujas del reloj.
Todo muy ingenioso. Hasta se puede imaginar que funcionará; por unas semanas pues luego es seguro que las reglas serán rotas. Bert querrá hablar con Bernie, que está a solo un par de metros en dirección contraria al reloj. ¿En serio tomará la ruta larga para hacerlo? Aparte, una cosa es la distancia física y otra el potencial de esparcir gérmenes vía superficies y artículos de uso comunitario, como el asa de la tetera o los controles de la fotocopiadora. Es probable que la adorada alacena de snacks en The Economist esté condenada a desaparecer.
El nuevo énfasis estará en la limpieza. Los gerentes de Mantenimiento sacarán una lección de El restaurante del fin del mundo (1980), novela de ciencia ficción de Douglas Adams, en la que los golga- frinchanos destierran a los limpiadores de teléfonos y otra gente inservible, como vendedores de seguros y consultores gerenciales, y la población de su planeta es aniquilada por un virus que se propagó desde un auricular sucio.
La mejora de la filtración de aire para limitar el contagio podría brindar otros beneficios. Un estudio halló que los costos adicionales de mejorar la calidad del aire podrían ser compensados en menos de dos años, en términos de mayor productividad y disminución de la mala salud.
Pero no todos los avances serán eficaces en costos. El motivo de abarrotar las oficinas es reducir gastos de alquiler. Cabría preguntarse que si se halla una vacuna y ya no se requiera distanciamiento social, las empresas considerarán que el rediseño de oficinas no valga la pena. Algunos elementos podrían quedar, como la mayor higiene.
La pandemia acelerará la tendencia de las reuniones virtuales y el teletrabajo, y las empresas tratarán de atraer trabajadores altamente calificados ofreciéndoles más espacio, al modo de asientos de primera clase en los aviones. Pero las masas seguirán apachurradas en clase económica.
Fuente: Gestión